lunes, 1 de noviembre de 2010

Abrir los ojos

Era de esperar que los principales medios del país no elogien a Néstor Kirchner después de su muerte. Es válido plantear puntos de vista diferentes acerca del mandato del ex presidente, pero lo que no es aceptable es la mentira y la especulación para favorecer intereses propios.
Al día siguiente de su fallecimiento, las páginas de Clarín, La Nación y Perfil se llenaban con predicciones del futuro político del país. Los artículos de los columnistas no tenían una sola línea que reflejara algo positivo de Kirchner.

“El caso del ex presidente expone, una vez más, la real magnitud de la enfermedad de poder”, escribió Nelson Castro en La Nación. Joaquín Morales Solá relató una anécdota incomprobable acerca de una encuesta con resultados negativos para el gobierno: “Esto está terminado”, había dicho el encuestador. “Por eso, quizás, su vida y su poder se apagaron dramáticamente enlazados”, concluía el periodista de TN. Ricardo Kirschbaum, de Clarín, planteó exactamente lo mismo: “Kirchner siempre fue un hombre proclive a la acumulación (de poder, de aliados, de afectos, de dinero) y desconfiaba casi de todo salvo de esa pasión íntima y arrasadora”. El Cronista tituló una nota “Sin luto en los mercados por Néstor”.

Durante el mismo miércoles, Jorge Fontevecchia, en Perfil, intentó generar una imagen débil de Cristina Fernández, de vacío de poder: “Está claro que con Néstor Kirchner no murió simbólicamente un ex presidente o un candidato, sino alguien a quien la población percibe como el presidente real. Cristina es la gran incógnita”. Y agregó: “La muerte produce enormes efectos psicológicos en los vivos”. A menos de 24 horas, querían proponerle a Cristina un nuevo plan, porque llega “la etapa pos Kirchner”, como indicó Clarín, o el “fin de un ciclo”, según Perfil.

La multitudinaria despedida a Kirchner no pudo ser disfrazada. “Cientos de miles despidieron al ex presidente”, publicó La Nación. Pero esto se vio en las primeras páginas. Adelante aparecieron otras crónicas, más a tono con el diario: “Un gobierno obligado a reinventarse”, “El manejo económico entró en una nebulosa”, “Cuánto podrá cambiar Cristina Kirchner”. Al que no le importó nada es a Morales Solá. Dio vuelta todo. Una cosa es opinar, y otra mentir. Habló de “la ira de los manifestantes”, “consignas sectarias”. “¿Cuánta sensibilidad ha perdido la sociedad argentina en estos años para que hasta la muerte resulte impotente ante la marea del odio y el rencor?”, se preguntaba

Más allá de todo análisis o especulación, no se puede contradecir lo que cada uno experimentó. Alguien que presenció el velatorio del ex presidente, o que sólo vio las fotos o siguió las imágenes por TV es capaz de sacar sus conclusiones. Pero el problema es tener los ojos cerrados y limitarse a creer lo que nos cuentan.

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